BARRIO ABAJO: EL ORIGEN OLVIDADO
Inmerso
en la metrópoli de hoy, Erick Ojeda, un sobreviviente de la época mágica de la
Barranquilla de ayer, recuerda sentado en su mecedora del tiempo aquellos
momentos donde “Barrio Abajo” se convirtió en el precursor de la ciudad que se
conoce hoy. “La historia de Barrio Abajo
se remonta cuando en la ciudad sólo existían dos barrios: El Alto Prado y éste,
donde con el tiempo se van dando otros barrios como Las Nieves y el Rebolo”. En
un breve silencio, continúa: “Todo lo que llegaba a Barranquilla era por aquí,
con la Intendencia donde las canoas y los Johnson provenientes del Magdalena y
Bolívar ingresaban con la mercancía.” Aquí comienza la historia del barrio.
En
la Calle 50 con Carrera 50 inicia nuestra travesía histórica. Fue desde allí
donde se fundó como tal la ciudad, a nivel cultural donde inició el Carnaval y
a nivel económico, lo empresarial. Con un tono pausado, con su tranquilidad
característica y su mirada construyendo nuevamente lo que el tiempo cambió, Erick
con el olor del aceite en el ambiente, evocó más recuerdos que fueron dichos
con sencillez y simpatía. “Aquí se han gestado empresas, agrupaciones,
personajes de la farándula, del Carnaval, etc. Hemos quedado en el medio, ni en
lo más bajo ni en lo más alto, y esto nos ha permitido tener un auge comercial
en esta época”. Y continuó: “se ha considerado que el barrio es un lugar
peligroso, y en realidad lo fue, pero se ha estado trabajando por cambiar la
imagen, desde haciendo limpieza hasta realizando actividades culturales propias
de la ciudad, y a esto le sumamos la participación en el Carnaval.” Cabe
resaltar que este barrio fue conocido también como: “Bajo Manhattan” porque fue
por este mismo lugar por el que los “negritos” como antes los llaman (hoy “afrodescendencia”)
hicieron su arribo por medio de las canoas que usaban el río Magdalena.
Con
júbilo y orgullo Erick resaltó: “En este barrio tenemos centros comerciales,
universidades, los bomberos, más instituciones y se está construyendo un
almacén para el hogar. Ya Barrio Abajo no es peligroso, estamos retomando el
prestigio gracias al trabajo, la cultura; lógicamente hay secuelas, pero el
estigma ya se ha quitado también porque la Casa del Carnaval le ha dado mucho
realce al barrio.” En su pequeño camión, la travesía por este barrio siguió su
camino, indicando con la mano y con sus historias el surgimiento de la ciudad
que se conoce hoy. Entre palabras aleatorias y preguntas sin organizar, se
detuvo un instante y se refirió al “baluarte del barrio”: “La familia Rentería
vino y creció en Barrio Abajo y luego se fueron para el barrio Modelo, tenemos
el orgullo de decir que fue acá donde se forjó Edgar Rentería.” Estas palabras
fueron interrumpidas por los ladridos de su perro, una mascota grande, blanca y
con sus años encima que pareciera ser el fiel compañero de las andanzas en el
tiempo de nuestro guía, retornándonos a la realidad de las motos y carros que
pasan allí.
El
viejo y pequeño camión sigue allí, no se ha movido, sólo la mecedora donde él
estaba se mueve un poco para ayudar al ya cansado y entrado en años
“historiador”. La travesía iba a continuar, pero en ese instante, una mujer con
cabellera blanca por las canas de la experiencia y su caminado pausado, como si
estuviera recogiendo sus pasos, nos ofrece una bebida fría y refrescante con un
ponqué de acompañante que nos deja listos para continuar el viaje. Con su
apariencia desgastada por los años, continúa su relato: “Aquí se encuentra
también el colegio Ester de Pélaez en el cual se les dio clases a los
afrodescendientes, la iglesia Sagrado Corazón de Jesús, está el Estadio de
Béisbol y hay unos arroyos llamados “La María y la Felicidad” siendo éstos
conocidos por los habitantes del sector”. Frunce el ceño, respira profundo y vuelve a
mirar hacia afuera de su morada.
“El
barrio necesita que sea declarado por un ente como patrimonio histórico y
cultural de Barranquilla porque el sector se está revalorizando por las
empresas que están aledañas y los impuestos se están incrementando, y se espera
que con esto baje el costo de los mismos, también la construcción de un puesto
de salud y que la chatarrización sea erradicada del sector porque esto está
generando problemas a nivel social como la indigencia.” Ese mismo rostro
conservado por el tiempo, con su cabeza completamente ausente de cabello y sin
la timidez que tenía al iniciar la tarde, gira por un instante para mirar hacia
el piso y reflexionar un momento, luego dice: “La fábrica del aceite antes nos
perjudicaba pero ahora gracias los entes de control y las reformas ecológicas
han hecho disminuir el olor, y ya nos hemos acostumbrado. Actualmente, se está
gestionando con la Junta Comunal el dar empleo a los jóvenes, ayudas para el
deporte y para la Casa de la Cultura.”
No es fácil seguirle la línea a la historia, el ruido y el constante
ladrido de la mascota interrumpen constantemente, dañando el realismo mágico
del momento.
Sin
embargo, estos parecen no importarle a Erick, acostumbrado ya por los años al
olor del aceite y del tránsito que por allí permanece. “Se llama Barrio Abajo
porque anteriormente existía la parte alta y baja del barrio y luego se
subdividieron en: Barrio Abajo, Prado Viejo y Nuevo, y de allí la extinción del
mismo. Nuestro barrio empieza desde la Carrera 53 y va hasta la plaza de la
Aduana, pero en los libros los subdividieron.”
De
repente su pequeños se engrandecen por la impresión que aún le generó la
noticia: “Antes que existiera el Portal del Prado y la actual estación de
gasolina, hubo una empresa llamada “Holanda Colombia” que tenía productos
químicos y por una falla al parecer humana, estalló destruyendo la cuadra
entera.” El silencio ronda el lugar por un instante, al parecer aun él puede
sentir el olor y el ruido de ese macabro suceso aun ronda su mente.
En
este barrio, donde las viviendas tenían un aspecto colonial, además de tener la
parroquia más beisbolera de la ciudad, entre una de las características de sus
habitantes era su autosuficiencia ya que sobrevivían sin necesidad de salir de
su barrio, la generosidad, la humildad, la ayuda mutua, la alegría donde los
niños correteaban libremente por los callejones de éste, donde la arquitectura
ha influido en la unión de sus nativos; una de sus costumbres era asomarse a
las ventanas o a las puertas para ver pasar los espectadores que llegaban o
salían del estadio Tomás Arrieta, debido a que en ese momento la televisión aun
no hacía su aparición.
Cuando
Erick iba a continuar con su relato, sonó el teléfono y con voz recia lo
atendió, en esas, se nos acercó la mamá de él y nos dijo: “Éste fue el primer
barrio de invasión de Barranquilla y comenzó a ser llamado “La Cueva de
Montecristo”, los bajeros inventaban apodos para los barrios vecinos, como fue
el Barrio Mosca burlándose del Barrio Modelo pues allí funcionaba el basurero
municipal (…), una de las costumbres en esa época, era que en las casas
colgaban pencas de sábila encima de la puerta que daba al comedor, asomarse a
las ventanas era la forma más común de romper el aburrimiento, una que otra
mujer saludaba y otras miraban a los jóvenes pasar; la vida era más sana que
hoy en día, los padres se esmeraban por darle a sus hijos una buena crianza en
el aspecto moral, los niños debían mantener limpios sus zapatos; colaborar con
los quehaceres de la casa tanto hombres como mujeres siendo obedientes y
fáciles de complacer; se veía una dedicación y amistad entre padres e hijos”. Diciendo
esto, se fue divagando al notar que su hijo regresaba a la silla.
Mientras
el saludaba como buen bajero a sus vecinos, llegó la hermana y rápidamente se
dio cuenta que Erick nos estaba contando las historia del barrio y después de
tocar varios temas, expresó: “Mi papá me decía que las tiendas eran el lugar
por excelencia para los bajeros, donde habían reuniones sociales y consultorios
psiquiátricos del vecindario, de lugares propiciados en esquinas y por las
mesas y sillas con que amoblaban el espacio, a las horas de la tarde se
convertían en bares o garitos donde jugaban partidas de dominó, discuten del
fútbol, béisbol o política. Nosotros aun recordamos famosas tiendas como El
Tokio, La Nube Blanca, La Siempreviva, el Canelo, el Bar Venecia, La Sorda, La
Penumbra, El Paralelo 38, La Redención, Tienda-Estadero La Felicidad. También
hubo en nuestro el ingreso de los Burdeles que habían en esa época entre los
que se puede mencionar: La Gran Jota, El Trópico, Margot, El Camaru, El
Farolito, El Atómico y La Cueva de Morgan en los cuales las prostitutas de
acuerdo a la apariencia del cliente le cobraban, habían unas prostitutas que de
acuerdo a su intelecto les permitía
sostener una conversación con sus clientes y así ganaban mucho más, pues eran
hombres prestigiosos y en su mayoría comprometidos.” Y diciendo esto, se
despidió, con una calurosa sonrisa, demostrando así que los bajeros mantienen
su tradición oral intacta.
A
través del recorrido histórico que se hizo desde los inicios de nuestra ciudad,
no podemos dejar atrás el arraigo cultural que trae consigo el barrio abajo,
como lo es el Carnaval de Barranquilla. Erick añade: “Se ha destacado mucho en
los grupos folclóricos, las danzas como la del Toro Grande y disfraces como el
de la marimonda; cumbiambas como Agua Pa mí;
comparsas como Palo con esa Gente o las Marimondas del barrio Abajo y
las letanías que han tenido un lugar importante en el Carnaval de Barranquilla;
la Casa Del Carnaval y no podríamos olvidarnos de los personajes que salen en
estos desfiles como el rey Momo, la Reina del Carnaval, los bailarines y los
músicos como Esthercita Forero, Joe Arroyo, Martha Emiliani, Julieta Consuegra,
entre otros”.
Erick
al mirar su reloj negro, se da cuenta que es un poco tarde, así que antes de
despedirse se da cuenta que pasó a un personaje por alto y a su vez a una
celebración tradicional de la ciudad: Esthercita Forero y la Guacherna. “La
Guacherna nació a comienzos del siglo XX aquí. Los vecinos llamaban con el
guache (un instrumento de percusión que produce un sonido similar al de la
maraca) a los demás para que comenzarán a preparar las danzas al son de
tamboras y flauta e millo, siempre acompañados de los mechones y velones para
alumbrar la noche. De allí viene la palabra Guacherna” y diciendo esto, nos da
un apretón de manos y se levanta de la mecedora, no sin antes recordar que el
patrimonio de Barranquilla inició en el barrio donde él vive. Los bajeros son
un icono de la ciudad y de personas que sólo piensan en expandirse y adquirir
un pensamiento más abierto y globalizado. La tradición que mostró Erick Ojeda,
nos demuestra que la tradición oral perpetúa en las familias formadas en el
sector, recordando los valores del verdadero barranquillero.
De
esta manera, al darle la espalda a la residencia de este sobreviviente cultural,
de sus arraigos culturales y evitar la pérdida de identidad, regresamos a la
realidad, al smog, a la invasión citadina del concreto, del transporte masivo y
de la globalización que cada día sepulta la identidad de nuestra ciudad. Ojalá
se logre el objetivo que la comunidad del Barrio Abajo busque y no se pierda el
origen de la cultura de la Arenosa.
SHELIDETH FERNÁNDEZ
IVANA FIGUEROA