miércoles, 21 de marzo de 2012

CUENTOS BREVES / SHORT STORIES


DOCE HORAS

Son las 5:00 p.m. y es el momento preciso para el café que indica un día finalizado. Han pasado muchas cosas desde que me levanté y ahora que lo pienso no soy la misma de cuando esta mañana el primer rayo de Sol se filtró por entre la cortina de mi habitación. Un pequeño tinto fue quien me dijo “buenos días” mientras recogía del suelo el periódico con las noticias del mundo exterior. Pensé: ¿Para qué se sigue utilizando este medio tan anticuado si las puedo leer por internet? Así que lo coloco encima de la mesa que hace de comedor y que carga unas frutas que esperan su momento para una orgía frutal, esa mezcla única donde pedacitos de una están con la otra, se acompañan, se entregan, se huelen, se piensan, se acarician. Todo ocurrirá cuando sea el tiempo, por ahora, miro el reloj del computador, mi compañero inseparable y segundo más fiel que mi perro Fito, quien a propósito debo sacar a pasear y descubro la hora 5:15 a.m. Con todo esto en mi cabeza, más los parciales de la universidad encima, mi novio molestando al otro lado de la línea, “¡Dios! ¡Que se vaya a trabajar rápido!”, me rió de lo que se me pasó por la cabeza y dejo el vasito del tinto en el lavaplatos. Paso tan rápido como mi sueño y mi conexión con la realidad me dejan hacia mi habitación y busco la ropa deportiva para salir a trotar. 5:30 a.m. y ya tengo listo a Fito con su correa, meneando su peluda cola en la puerta que me conecta con la gris realidad. Sé que si lo pienso no salgo a trotar y me quedo dormida, así que salgo sin pensarlo dos veces, ya vestida y lista, le pongo la correa a mi compañero de ejercicio, abrimos y cerramos la puerta y vamos rumbo a la calle.
Son las 6:00 a.m. y nos encontramos en el parque trotando, dándole monótonas vueltas a esa cancha sintética que ha sido testiga de derrotas y victorias de guerreros deportivos. Noto que la cancha está un poco envejecida pero pienso que es un efecto de luz y sigo trotando hasta las 7:00 a.m. y es cuando mi reloj  así me lo indica.
Tanto Fito como yo terminamos nuestra rutina de trote sin problemas cuando un escalofrío pasa por mi espalda en un instante. “Pareciera que alguien me observa, mejor nos vamos”, esa mente tan ágil y rápida siempre sacándome de problemas le envió un mensaje previo a mi cuerpo y cuando caí otra vez en cuenta ya estaba subiendo las escaleras hacia mi apartamento. Noté que las escaleras estaban algo diferente y no presté atención pues todavía seguía atemorizada por ese sentimiento de persecución que sentí allá afuera. Después de ingresar a mi apartamento, seguí con mi rutina normal, las frutas hicieron de las suyas en el envase, desayuné e hice el resto de menesteres diarios que corresponden previos a irme hacia la universidad. Tengo que confesar que noté el aire un poco pesado junto con ese sentimiento de miedo pero no había prestado mucha atención a eso. Le dejo comida a mi perro y finalmente antes de irme, miro nuevamente el reloj: 8 y 30, es la hora perfecta para llegar a clase de nueve. Recojo mi computador personal mi maleta y me aseguro que todo quede bien y en su orden… “¡Cómo extraño ver a las frutas en su canasta, tan inocentes pero seguras de su destino!” Y con ese pensamiento nostálgico, ya estoy nuevamente afuera, en la gris realidad que lo único que le daba color ahora se encontraba oculto, y estaba vez las nubes era más grises que de costumbre. “Es probable que llueva, menos mal tengo sombrilla en el carro sólo por si acaso” y así, ingreso en él.
Me doy cuenta al irme de ahí que todo se siente más extraño, y mientras pienso eso voy manejando por la ruta acostumbrada. Al ingresar a la universidad, no piden el carné ni me saludan como comúnmente lo hacían, sólo ingreso y dejo mi carro en el puesto correspondiente. Nuevamente pasa ese escalofrío por mi espalda, “alguien me sigue” se me vuelve a pasar por la mente y rápidamente entro a clases. Me doy cuenta que soy la única y ni mis amigas ni nadie están por ahí, las llamo y nadie responde todos  los números suenan “Sistema Correo de Voz”, así que a cada una les dejé un mensaje y me siento a esperar en la cafetería a que llegue la siguiente clase.
“¿Por qué nadie me mira ni me saluda? ¿Acaso estoy mal vestida o que pasó?”  Y mientras estoy divagando veo al final de la cafetería, en una mesa que nunca me gustó a un niño que me observa fijamente, cómo si él me conociera. Es una mirada tenebrosa, así que no lo miro más y cuando subo nuevamente la cabeza, él ya no se encontraba allí. “Y saber que me toca clase hasta las 12” y con ese pensamiento decidí irme a la biblioteca. Allá me quedé estudiando algunos apuntes que tenía del día anterior y me detuve otro momento para pensar: “Acá está más frío que de costumbre, no hay casi gente y los pocos que hay es como si estuvieran aburridos, ¿qué sucederá?” De repente una parte de mí me dice que salga corriendo de ese lugar, que me dirija nuevamente a la cafetería y que busque al niño, a lo mejor tiene algo que ver en esto.
Con esa búsqueda tan incesante olvidé que tenía clase de 12 y para cuando miré mi reloj ya eran las dos de la tarde. El clima no era el mejor, seguía tan gris y lúgubre que no podía estar feliz y sin saber entré en angustia, la ansiedad me corría por la sangre, cerré un momento los ojos y cuando los volví a abrir allí estaba, el niño de ojos negros y mirada escabrosa, siniestra, tenebrosa, estaba ¡AL FRENTE MÍO! Me tomó de la mano y me llevó hacia un sitio donde estaba justamente el periódico que no había visto en la mañana por estar pensando en otras cosas; y en él, se leía el titular: “TERREMOTO ARRASA CON UNA CIUDAD ENTERA”. Un sentimiento de tristeza y agobio me entró de repente en el corazón, mis sentimientos se entrecruzaron y mis ojos enfocaron terriblemente la imagen de la primera plana: La foto mostraba mi edificio en ruinas. Abrí estrepitosamente mis ojos, anonada y sin más que decir miré a ese niño que con tristeza me había dado la espalda y emprendió su camino, perdiéndose en la esquina del bloque A.
Miro el reloj y ya son las 4 de la tarde, no debo porqué estar más en la universidad y horrorizada me voy hacia mi carro y tan pronto como me es posible salgo del alma mater hacia mi hogar, no puedo creer lo del terremoto, no puedo creer que todo haya pasado de un día para otro y yo esté viva que haya trotado, desayunado, haber hecho tantas cosas y luego pasarme esto, tengo que estar segura. Así que cuando llego donde vivo, nada está como estaba esta mañana cuando troté con Fito y mientras observaba no me di cuenta que había alguien en la vía, intento frenar y… ¿Lo atravesé como si nada? Freno, me bajo y trato de ir hacia esa persona, su uniforme me muestra que es de la Cruz Roja, lo intento tocar y no puedo, veo a mis vecinos en la distancia y todos lloran. Al parecer soy la última que me entero de lo sucedido. Observó mi reloj nuevamente y veo que son las 5:00 p.m. y es la hora del café. Un suspiro, cierro mis ojos, los abro y estoy en mi apartamento, con un tinto en la mano y mirando hacia el horizonte, agacho mi cabeza y llego a la escabrosa conclusión: Estoy muerta.
SHELIDETH FERNÁNDEZ

1 comentario:

  1. Muy buena.. interesante.. uno que otro detalle. pero es muy muy buena.! :)

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